La construcción de las Torres ATRIO, en Bogotá, Colombia: Una maravilla de la coordinación
Las Torres ATRIO, dos rascacielos de 44 y 67 pisos con espacios para oficinas, servicios públicos y comercios, además de una gran área peatonal por la que transitarán 72,000 personas al día, cambiarán el paisaje de Bogotá, la capital de Colombia.
Con un remate en diagonal inspirado en los Cerros Orientales que enmarcan a esta ciudad, la torre Sur del complejo de 250,000 metros cuadrados está cerca de ser inaugurada.
Se trata de la primera de las piezas diseñadas por Rogers Stirk Harbour –RSHP, la firma de Richard Rogers, ganador del premio Pritzker, quien trabaja estrechamente en Colombia con el estudio local El Equipo Mazzanti.
“Nunca antes en Colombia se habían construido una fachada y una estructura con este nivel de complejidad”, asegura Juan Carlos Zambrano, arquitecto director de taller de El Equipo Mazzanti.
“En enero de 2015, los arquitectos Pablo Codesido y Jason García, con experiencia en proyectos de gran escala, se trasladaron a Bogotá para liderar un equipo local y supervisar la construcción del proyecto en obra”, recuerda.
Precisión milimétrica
Zambrano considera que el conocimiento compartido entre las firmas internacionales y colombianas, y la Sala Digital –donde se carga toda la información de la obra–, es clave para que todo funcione con la precisión milimétrica que se requiere.
Diez años atrás, controlar y procesar la información de construcción de un edificio con esta complejidad técnica habría implicado severos riegos de error, alta probabilidad de demoras y sobrecostos, pero hoy, nuevas herramientas de gestión, como Navisworks y Revit, garantizan el éxito de la coordinación.
De esta manera, los plazos previstos para este desarrollo sin precedentes –ubicado en la Avenida Caracas, en el corazón de Bogotá– se cumplen rigurosamente.
Los números de ATRIO son impresionantes: Solamente en la construcción, trabajan 800 personas al mismo tiempo, con picos de 1,000. La superficie de la piel de vidrio equivale a 15 canchas de fútbol, para sus cimientos se utilizaron 7,400 metros cúbicos de concreto y la torre Norte, con sus 268 metros, será la más alta de de toda Colombia.
Asimismo, el complejo aspira a la certificación LEED Gold (que avala a los edificios sostenibles) y es la primera obra colombiana que utiliza el sistema de construcción de alta complejidad SRC (por Steel Reinforced Concrete, en inglés).
Pero uno de los mayores atributos de ATRIO es la forma en la que busca recomponer la fractura urbana de esa zona del centro de Bogotá a través de un basamento de 10,000 metros cuadrados que también servirá a los peatones, vecinos y personas que salen del TransMilenio (el transporte público masivo que está justo en frente y que es el más importante de la capital).
“Es un espacio de muy buena calidad, cubierto por una marquesina de vidrio a 10 metros de altura que lo resguarda de las condiciones climáticas”, explica Daniel Rodríguez Estrada, jefe de proyecto BIM de la desarrolladora ARPRO.
En el basamento, los pilotes que sostienen las torres quedan al descubierto y la piel de vidrio está calada en diagonal varios pisos formando “atrios” que atenúan el impacto a nivel de la calle.
Una obra adaptada a la ciudad
Rodríguez Estrada explica que se trata de una estructura mixta de acero y concreto (SRC), que responde a las necesidades de la ciudad, la cual es una zona de vulnerabilidad sísmica intermedia.
Agrega que ATRIO es un proyecto “fast track”, por lo que el diseño no está finalizado cuando empieza la obra: “Durante la preconstrucción, se produjeron unos 40 modelos 3D; desde las tuberías hidráulicas y la estructura metálica hasta los modelos de fachada y unos cielorrasos (plafones) especiales de madera, que luego coordinamos a través de Navisworks”, detalla.
Por ejemplo, se estudió la excavación de los cinco sótanos y cómo había que ensamblar los nodos de la estructura metálica combinada con concreto.
“El primero de los sótanos es de doble altura, por lo que tuvimos una excavación a cielo abierto con unos 150,000 metros cúbicos de material retirado, que resultaron en 40,000 metros cuadrados de espacio de sótano”, recuerda el arquitecto.
“Se requería mucha logística; una secuencia de excavación muy controlada, dado que el suelo de Bogotá es arcilloso y muy poco estable”.
Otro de los desafíos fue el vertido del concreto de la losa de cimentación de tres metros de espesor, una gran roca que recibe todo el peso de la torre y lo transfiere a los pilotes.
“Logramos llegar hasta el fondo del sótano, construir esa losa y disparar la torre hacia arriba sin ningún retraso”, dice orgulloso Rodríguez Estrada.
“Debía ser una operación ininterrumpida para que la placa no tuviera juntas frías. Durante tres días, la descarga fue continua: hubo unos 1,200 viajes de mezcladoras de concreto durante 38 horas seguidas, día y noche. Todo fue planeado para que al momento no hubiera ningún problema”, apunta.
Para los elementos principales, como la estructura metálica y la fachada, compañías extranjeras formaron consorcios con empresas colombianas. Así, por ejemplo, los elementos que están en el cruce de las columnas diagonales –características de los diseños de Richard Rogers– fueron fabricados en Canadá y llegaron a Bogotá para ensamblarse con los elementos de producción local; lo mismo que la fachada de vidrio, cuyos paneles se producen en Italia por la compañía Permasteelisa.
Ya coordinados y medidos, llegan y se cuelgan en su posición final, como armando un gran rompecabezas.
Un trabajo más eficiente
El especialista de ARPRO subraya que en estos procesos es fundamental la Sala Digital, el corazón de la obra: “Solo de la estructura metálica, que suele diseñarse y planearse con la precisión del milímetro, llegamos a tener 17,000 planos de taller. Entonces los representamos en el modelo tridimensional en colores, para que se pudiera ver rápidamente, en verde, hasta qué punto iban aprobados todos esos planos de la torre”.
Además, a la Sala Digital se suben semanalmente fotos tomadas desde ubicaciones específicas (siempre las mismas) y se incluyen tomas aéreas realizadas con drones que se utilizan para corroborar que el modelo programado coincida con la situación real de la obra.
También se colgaron animaciones 4D para simular los procesos más conflictivos. Por ejemplo, cuando la estructura pasa de sótano a torre, los muros estructurales dejan lugar a las columnas redondas típicas de la fachada y nacen las diagonales de acero.
Luego, el proceso de subir la torre fue rápido, porque se utilizaron sistemas como “formaletas autotrepantes” para el núcleo de concreto, el cual permite acelerar el ritmo de producción de la obra.
Como la columna vertebral del edificio es un monumento vertical en concreto, ese molde está soportado sobre la estructura que acaba de construir el piso anterior, y tiene unos gatos hidráulicos que hacen que la pieza se pueda abrir inmediatamente. Esos gatos hidráulicos suben el molde al siguiente nivel para producir otro piso de concreto.
Adiós planos, hola dispositivos electrónicos
Rodríguez Estrada rescata todo lo aprendido en la compañía en lo que va de la construcción, cuya segunda etapa se centrará en la torre Norte.
“Antes veíamos al personal de la obra con los tubos llenos de planos en rollos de papel y esa era su herramienta. Ahora todos están en campo, con sus iPads, revisando, aprendiendo de Sala Digital, aprendiendo estas nuevas tecnologías”, relata.
“El cambio de paradigma es una enseñanza gigante. Ver lo que se logró con un trabajo riguroso de todo el equipo, es maravilloso. El crecimiento que se da, con esa incertidumbre positiva que se siente al encarar cosas nuevas”.