¿Puede una red de protección inteligente ayudarnos a superar la era de la automatización?
En los Estados Unidos, los presidentes han hecho esfuerzos heroicos a lo largo de la historia por proteger a los ciudadanos marginados: Franklin D. Roosevelt creó el New Deal, Lyndon Johnson fundó la Gran Sociedad, Richard Nixon firmó la Ley de Seguridad y Salud en el Trabajo, y Barack Obama abogó por un acceso más amplio a la asistencia médica con la Ley de Protección al Paciente y Cuidado de Salud Asequible.
Las administraciones presidenciales estadounidenses siempre han enfrentado retos al tratar de ayudar a las comunidades vulnerables y marginadas. Sin embargo, en la era moderna de la automatización, los avances en aprendizaje automático y robótica alterarán la economía de manera fundamental, provocando pérdidas de empleo y una mayor desigualdad. Las necesidades de los individuos en riesgo se volverán tan graves a nivel global que exigirán acciones de mayor envergadura.
Durante la Gran Depresión en la década de 1930, Roosevelt firmó la Ley de Seguridad Social, que estableció pensiones de jubilación, seguro de desempleo y un sistema de bienestar nacional. En ese entonces, las prestaciones sociales estaban estructuradas para ayudar a la gente que perdía su trabajo a buscar oportunidades similares; solo necesitaban el tiempo y el espacio para encontrarlas.
Más de ochenta años después, el mundo es muy distinto. La disrupción tecnológica en el siglo XXI no tiene precedentes, lo que significa que la gente tendrá que reinventarse continuamente para seguir siendo relevante y conseguir empleo.
Esto plantea una serie de preguntas: ¿cómo puede la gente desarrollar nuevas habilidades para empleos que respalden estilos de vida similares o mejores? ¿Cómo se preparará para empleos que ni siquiera existen todavía, empleos que probablemente serán reemplazados por otros completamente nuevos apenas unas décadas después? ¿Cómo pueden los gobiernos apoyar a sus ciudadanos a lo largo de todo este cambio?
Con el aumento de la automatización en todas las industrias (particularmente en la fabricación y la construcción), los sectores público y privado tienen que reimaginar su concepción y financiación de redes de seguridad social. Deben también alentar a la población activa a volverse más adaptable y recia ante el cambio.
Lo bueno y lo malo de la automatización
El informe Jobs Lost, Jobs Gained (Empleos perdidos, empleos ganados) de McKinsey coincide, advirtiendo sobre un impacto en hasta el 32% de los trabajadores estadounidenses (p. 86). También afirma que, para 2030, hasta 375 millones de trabajadores desplazados por la automatización a nivel mundial “quizá necesiten cambiar de categorías profesionales y aprender nuevas habilidades”.
En realidad, la automatización ha provocado repetidos vuelcos en las industrias durante los últimos 500 años, pero ha creado más oportunidades de las que ha destruido. Así lo afirma el estudio de 2019 sobre el futuro del trabajo del Instituto Aspen, Automation and a Changing Economy, (La automatización y una economía cambiante), creado conjuntamente con Autodesk.
El informe afirma que la automatización ya ha forzado a las industrias a pasar “de un sistema artesanal a la producción masiva, del trabajo manual al de oficina y al de nuevos puestos en informática (“new-collar”), con mejor trabajo, salarios más altos, más empleos y mejor nivel de vida”.
Las personas, no obstante, tienen que hacer la transición, y el déficit de cualificaciones aumenta a medida que la tecnología automatizada (robótica avanzada, inteligencia artificial y aprendizaje automático) crecen de manera exponencial. Cuando a la gente le resulta difícil dar ese salto, pierde su seguridad económica y, al correr de los meses e incluso años, su sustento, dignidad y objetivo en la vida.
“La disrupción tecnológica en el siglo XXI no tiene precedentes, lo que significa que la gente tendrá que reinventarse continuamente para seguir siendo relevante y conseguir empleo”. —Andrew Anagnost
Esto plantea un serio desafío para aquellos que no tienen los medios de adquirir nuevas habilidades mediante educación y readiestramiento. Según un informe del Monitor Institute elaborado por Deloitte en 2019, Supporting Worker Success in the Age of Automation (Apoyar el éxito del trabajador en la era de la automatización), casi el 50% de los trabajadores en el sector de la fabricación tiene un diploma de secundaria, o una cualificación inferior.
Mientras tanto, debido a las aptitudes en tecnología avanzada necesarias para ocupar un puesto en la industria de la fabricación hoy día, las compañías tienen cada vez más problemas para cubrir vacantes. El informe sostiene que, para un promedio mensual de 508 000 empleos disponibles en el sector de la fabricación, cubrir una vacante se lleva un promedio de 93 días. Al mismo tiempo, a un 91 % de los empleadores en la industria de la construcción les resulta difícil cubrir 225 000 puestos vacantes cada mes en el sector.
Fomentar el Apoyo Básico Universal
Con el aceleramiento de la automatización, estas brechas resultan inquietantes. Por ello, resolver estos problemas es ahora más importante que nunca. ¿Cómo pueden los sectores público y privado ayudar a los trabajadores a dar el salto?
Andrew Yang, empresario, decidió presentar su candidatura para presidente de los Estados Unidos porque temía el efecto que tendría en la ciudadanía un futuro automatizado. Así, estableció como promesa principal la renta básica universal (UBI, por sus siglas en inglés), una red de protección de 1000 dólares (900 €) para los ciudadanos estadounidenses, sin compromisos, financiada por impuestos sobre el consumo, como el impuesto de valor agregado (IVA). Lo que propone es que todos los ciudadanos entre los 18 y los 64 años reciban un cheque, necesiten o no el dinero.
El UBI ha cobrado impulso, pues los formuladores de políticas temían los efectos de la automatización e identificaron una solución rápida (aunque podo meditada). El razonamiento detrás del UBI de Yang tiene sentido superficialmente: la gente debería obtener apoyo financiero si tiene dificultades en la nueva era de la automatización. Pero ¿es un cheque gratuito para el 90 % de la población la mejor forma de invertir los fondos gubernamentales?
Actualmente, la fórmula de bienestar social de los Estados Unidos es proporcionar asistencia a gente con ingresos por debajo del nivel nacional de pobreza. Sin embargo, una vez que los destinatarios consiguen empleo, el gobierno reduce o incluso cierra el grifo de la ayuda, aún si todavía no ganan el dinero suficiente para superar el umbral de pobreza.
El UBI, en cambio, puede ofrecer apoyo continuo a la población, tanto si tiene trabajo como si no. Pero entonces, ¿qué motivación tendrían los destinatarios para buscar mejores oportunidades y actualizar sus habilidades? Yo estoy mucho más a favor de reformar el sistema de bienestar social con la creación de un modelo de apoyo básico universal (UBS, por sus siglas en inglés) más robusto, concepto que el profesor y escritor Yuval Noah Harari respalda en su libro más reciente, 21 lecciones para el siglo XXI.
En lugar de darle dinero a la gente para que lo gaste en lo que quiera, ¿qué pasaría si el Gobierno subsidiara la educación, la asistencia médica, el transporte y otros servicios? Así podría ayudar a los ciudadanos a cubrir sus necesidades básicas y motivarlos a tener una vida satisfactoria y metas personales que contribuyan a la sociedad.
La lucha contra la irrelevancia
Dado que la tecnología avanza a un ritmo tan vertiginoso, lo que forzará a la gente a reinventar sus carreras constantemente, no sabemos cómo será el mercado laboral dentro de 20 o 30 años. Entonces, ¿cómo sabrá el sistema educativo qué enseñarles a los niños hoy que siga siendo relevante en el futuro?
Harari predice la aparición de una “clase inútil”: personas sin ningún valor económico o político. Suena duro, pero significa que los trabajadores pasarán de luchar contra la explotación (hacer trabajos no cualificados y repetitivos a cambio de ingresos mínimos) a luchar contra la irrelevancia. Si los humanos ya no son necesarios para producir bienes y servicios, ¿cómo sobrevivirán, tanto física como psicológicamente?
Una cosa queda clara: Los humanos siguen necesitando a los humanos. Si tu abuelo está enfermo, no querrá estar solo con un robot todo el día. ¿Y si el gobierno valorara a sus ciudadanos compensándolos, mediante exenciones a cuidadores, para que cuiden de sus hijos pequeños o sus padres ancianos?
En un mundo donde los expertos en algoritmos ganan cientos de dólares por hora, ¿por qué no pueden los gobiernos elevar el salario mínimo, para que algunos de esos beneficios económicos se extiendan a la gente afectada por dicha tecnología?
¿No podría encauzarse parte del dinero del UBS en el sistema educativo para atraer el talento de los educadores, conservarlo y realmente reconocer su valor? Ese talento podría ser utilizado para proporcionar formación y actualización a los trabajadores para los empleos del futuro, dando así lugar a una población activa más adaptable y resiliente.
Por supuesto, el UBS tendría que ser financiado de alguna forma. Una fuente que vale la pena explorar es el IVA estructurado versus el regresivo, que grava a los consumidores más acaudalados de productos no esenciales. Pero ya se financie a través del IVA u otra fuente, el dinero del UBS tendría que administrarse bien. Una opción podría ser un fondo soberano de riqueza (SWF según sus siglas en inglés) no administrado por el Congreso. Los sectores público y privado podrían, por ejemplo, aprender un par de cosas de Noruega, que tiene el SWF más alto del mundo.
Pero esa es una discusión más larga. Es innegable que se trata de un problema complejo, particularmente en lo que toca al desarrollo de programas de transición adecuados para apoyar a la población en las décadas venideras. Quiero además dejar claro que no tengo todas las respuestas: solo opiniones y el deseo de aportar mis esfuerzos y los de Autodesk para ayudar.
La cuestión fundamental, no solo para los Estados Unidos sino para el mundo entero, es que este es el momento de elaborar mejores políticas y programas, y una red de seguridad social más sólida para quienes más lo necesitan. De otra forma, ¿cómo sobrevivirá la humanidad al crecimiento exponencial de la automatización, y a la posibilidad de la irrelevancia económica?