Si la información de los SIG es necesaria para una planificación y una gestión de carreteras, puentes, aeropuertos, redes ferroviarias y otras infraestructuras adaptadas a su entorno inmediato, la información BIM resulta clave para su diseño y construcción.
Si unimos las dos, el resultado es una capa de contexto geoespacial incorporada en el modelo BIM. Esto significa que, por ejemplo, el SIG puede proporcionar información sobre zonas inundables y facilitar a los diseñadores los datos precisos para influir en la ubicación, orientación e incluso los materiales empleados en un proyecto.
Por otro lado, está la escala: la información de los SIG opera a escala urbana, regional y nacional, mientras que los datos BIM se aplican al diseño y construcción de una forma o proyecto concreto. Hoy día, con BIM, se puede diseñar un sistema físico a nivel de objeto: una puerta, una ventana, una pared. Al añadirle SIG, lo que se hace es adaptar ese sistema al contexto de un paisaje más amplio y con más información. Un edificio se conectará a una parcela de terreno, a servicios públicos y carreteras.
Al unir estas dos escalas relativas y establecer un flujo constante de información entre ellas, se elimina la redundancia de datos. Si se le añade un mejor contexto geoespacial al proceso BIM, el promotor del proyecto obtendrá mejores diseños por menos dinero.
Con toda la información almacenada en la nube, los participantes de proyectos tanto de infraestructura como de construcción podrán gestionar los datos en todo tipo de entorno de cualquier parte del mundo, así como reutilizar esa información en otros contextos sin necesidad de convertir datos continuamente.