“En cualquier edificio técnicamente complejo, arquitectos e ingenieros deben ir de la mano ―dice Killa―. Es la única manera de sacar adelante algo así”. Gracias a este proceso colaborativo, el equipo pudo, además, conseguir el sello LEED Platino, que tiene en cuenta más de 50 decisiones en materia de sostenibilidad, entre las que se encuentra el uso de elementos producidos mediante materiales reciclados, así como sistemas fotovoltaicos de producción eléctrica o de ventilación con recuperadores de la temperatura interna.
La llamativa fachada del edificio es perfectamente tersa. De hecho, carece de juntas, ya que sus 1240 paneles distintos de acero inoxidable y fibra de vidrio están soldados. Para su fabricación se emplearon técnicas propias del sector de la aviación. Y no es solo una cara bonita; cumple con todas las funciones exigibles a una envolvente edificatoria, como explica Killa: “Lo normal en edificios con fachadas tan espectaculares es que tengan al interior un paramento que proporcione la estanqueidad al agua, y que la parte visible de la fachada, que puede ser todo lo compleja que quieras, sea solo una doble piel. Eso simplifica las cosas, porque da mucha flexibilidad a la hora de diseñar formas tridimensionales. En este edificio, sin embargo, la envolvente que se ve es la que da estanqueidad al agua y al aire. Además, es la hoja portante y a la que se confía la iluminación”.
El interior del museo planteó sus propios retos. En particular, una escalera exenta en forma de doble hélice que requirió bastantes ajustes en Revit para llegar a un modelo válido, según comenta Killa. La idea de esta escalera surgió del ADN.
Tommaso Calistri, arquitecto de Killa Design, añade que la doble hélice también tiene una función práctica. Dado que los rellanos de la escalera enlazan con zonas distintas, su configuración permite diferenciar entre aquellas personas que han pagado la entrada y las que solo quieren echar un vistazo a la arquitectura: “Desde luego, es un edificio que conecta con tu parte emocional; al recorrerlo tienes una experiencia muy intensa. Es imposible pasar a su lado y no mirarlo. Eso es lo que para mí debe hacer la arquitectura: atrapar tu atención”.
Como afirma Killa, a pesar de su estética futurista el Museo del Futuro se enmarca en una larga tradición de arquitectos que se esforzaron por llevar más allá los límites de la ingeniería. Aun así, las técnicas y los materiales modernos están abriendo las puertas a un nuevo enfoque en el diseño de espacios habitables: “Tenemos la capacidad de materializar formas extremadamente complejas que hasta hace unos 20 o 30 años no podíamos ni siquiera imaginar ―concluye Killa―. Gracias a BIM y a otros programas actuales, podemos sentar unas nuevas bases para la arquitectura”.
Este artículo ha sido actualizado. Se publicó por primera vez en febrero de 2018.