Antes de la Revolución Industrial, los artículos cotidianos como ropa y calzado se hacían bajo pedido y se diseñaban para cada cliente particular. Ya en el siglo XVIII, empezaron a construirse máquinas que podían elaborar productos en fábricas a mayor escala. Cada uno de estos enfoques aporta unos valores: el primero, personalización y artesanía; el segundo, eficiencia y fiabilidad.
Los clientes y consumidores de hoy en día exigen todas estas cualidades y muchas más. Quieren tanto la exclusividad de los artículos personalizados como el precio y la comodidad de los métodos de fabricación industrializados. Por este motivo, tanto las nuevas empresas como las más consolidadas han implantado modelos de negocio que incluyen estrategias de productización para convertir en producto otros posibles servicios de la empresa y ofrecer a sus clientes diversas combinaciones de personalización, eficiencia y precio de manera fácilmente reproducible.
Por ejemplo, la empresa de productos ópticos Warby Parker y Nike permiten al comprador escoger los materiales, el color y el estilo de sus productos por encargo, desde la forma de las monturas de las gafas hasta el color de su emblemático logo en las zapatillas Nike TrueFit. Empresas como Molekule o John Deere también han productizado su oferta, de modo que la experiencia, el servicio y la capacidad de adelantarse a lo que quiere el cliente son una parte integrante del producto, junto con el propio purificador de aire o la maquinaria agrícola.
Amy Marks, responsable de estrategia y fomento de la construcción industrializada de Autodesk, está convencida de que la oportunidad de productización va más allá de los bienes de consumo y que también es aplicable al sector de la construcción: “Hace poco estuve en una presentación y el orador comparaba cómo se fabricaban los vehículos y los teléfonos móviles hace unos años y cómo se hacen ahora; no tiene nada que ver. Luego nos enseñó cómo se construían antes las casas y cómo las hacen ahora y es prácticamente igual”.
Y continúa: “Durante los últimos siglos no hemos avanzado mucho en la manera de diseñar y fabricar viviendas y edificios. El problema es que, a medida que el diseño se vuelve más complejo y se incorpora en ellos más tecnología, nos vamos encontrando con un producto radicalmente distinto a lo que había antes. Hoy en día no tenemos las herramientas adecuadas para hacernos cargo de la complejidad, la variación y la escala de los edificios y asegurarnos de que seguirán siendo eficientes conforme pase el tiempo. A menos que podamos productizar la construcción, no conseguiremos aplicar una tecnología que tiene un potencial increíble”.
Pero la inercia y la baja eficiencia no son los únicos inconvenientes a los que deben enfrentarse las empresas de construcción: “El 40 % de los residuos que terminan en un vertedero proviene de la construcción ―afirma Marks―. Tenemos que cambiar el modo de construir. No se trata solo de eficiencia y valor, sino de todo un sector que debe ser más sostenible para que podamos seguir diseñando y construyendo edificios, atraer a nuevas caras a estos gremios, a la arquitectura, al diseño, y crear un mundo más limpio. Si seguimos haciéndolo todo igual, la raza humana se irá a pique”.