A todo el mundo le gusta cuando la innovación cambia las reglas del juego. Siempre se reciben con vítores los productos o servicios que optimizan un mercado, así como los nuevos procesos que aumentan la eficiencia de las operaciones. El problema es que conseguir que las buenas ideas deriven en valor duradero puede resultar sumamente difícil.
Se trata de una cuestión de escala, y es ahí donde muchas innovaciones no llegan, incluido el 95 % de los productos. Según Giulia Carosella, jefa de Prácticas de Transformación Digital para Europa de IDC, pese a que el gasto en transformación digital observó un enorme crecimiento durante la pandemia (alcanzando los 480 000 millones de dólares en todo el mundo en 2021), muchas organizaciones están teniendo problemas para generar valor a partir de esas inversiones.
Según Carosella, la mitad de estas organizaciones “han visto unas mejoras inferiores al 10 % en sus resultados financieros o han sido incapaces de cuantificar su impacto en ese aspecto”.
Según IDC, no basta con crear mejores productos y diseños más rompedores. Para que la innovación tenga un efecto significativo, debe ser un proceso continuo con impacto en áreas como I+D, operaciones, servicios, asistencia técnica o cadena logística, e incluso en la gestión de las relaciones con clientes y socios.
Se trata de lo que IDC denomina “innovación a escala”, o lo que es lo mismo: acelerar la transformación digital para agilizar el llamado “time-to-value”. A medida que la economía avanza hacia lo totalmente digital, alcanzar esa aceleración será un determinante primordial del retorno sobre la inversión (ROI) digital.